Art after Technology

Art after Technology

Write a book about art after technology. Technologies have become part of our daily life. Nothing new anymore! The relation to our environment, communication, consumerism, entertainment, stock exchange, writing, painting, loving… everything has been altered in a way that will take time to figure out.

And now what?
Artists can use or not, take into account or avoid, talk about or superbly ignore the digital flooding but they all will be wet forever.
And, even if the neo-luddist next generation decides to opt for a digi-free world, it will smell a little bit.

Full article published in Technology Review by MIT, French edition. English translation:

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3 commentaires sur “Art after Technology”

  1. [...] La revue du MIT, Technology Review me demande pour son édition française, la rédaction d’un article sur LE FUTUR DE L’ART. L’occasion est trop belle pour ne pas passer à l’acte et rédiger une première version résumée du projet « dumpé » Art After Technology. Publié en version réduite dans le numéro 7 de juin 2008 de la revue qui ne sera pas distribué pour des raisons économiques, voici un passage à l’acte qui retombe dans le compost du Dump. La version intégrale se retrouve sur mon site en attente d’un développement ultérieur voire d’une publication : L’art après la technologie (No Ratings Yet)  Loading … [...]
    Version comple1te en français:

  2. moben dit :

    Traducción en español:

    EL ARTE DESPUÉS DE LA TECNOLOGÍA
    Maurice Benayoun.

    Es ésta la cuestión que ningún artista sensato desearía tener que responder. Quizás porque el propio artista tiene, en general, la sensación de responder a ella mediante su práctica. Pensar lo contrario significaría presentir que se ha tomado una decisión errónea: ¿quién abrigaría el deseo de ser considerado un artista del pasado? ¡El presente pasa tan rápido!

    Definir el futuro del arte se convierte en un proyecto excitante si se piensa en él desde la negativa. Si se admite que el arte no hace nunca lo que se le dice que haga (o por lo menos lo pretende), este intento de definición equivale a delimitar los territorios que no serán, en los años venideros, aquellos que ocuparán prácticas que nunca han dejado de evolucionar.

    A pesar de todo, un obstáculo se yergue ante un proyecto de tales dimensiones, la muerte del futuro, enterrado junto a la modernidad. Estaríamos condenados a revivir eternamente los fulgores, las gracias y los accidentes del pasado.

    El arte del futuro suena como el título de una película de ciencia ficción mala que evocaría un cierto aire sixties, tecnófilo y optimista, delicadamente nostálgico pero en modo alguno deplorable. Definir el futuro del arte podría parecerse a un funeral en toda regla del Arte del Futuro. El proyecto no es muy festivo pero vale la pena intentarlo para que otros puedan jactarse de enumerar sus fallos y contradicciones.

    Del método: acorralar dentro del presente los indicios de tendencias alcistas cercanas a ciertas muestras de artisticidad. Podría incluso llegar a descubrirse en ellos que las grandes mutaciones tecnológicas a menudo tienen un impacto que no necesariamente produce tecnología sino otra lectura del mundo.

    El arte después de la tecnología
    Hace un año ponía en marcha el proyecto de escribir una obra de fondo cuyo título sería Art After Technology. El tema adquiere sin cesar una actualidad renovada. La cuestión del futuro del arte podría verse contaminada por lo que para muchos no es más que un epifenómeno hacia el cual las invariantes artísticas se mostrarían eternamente insensibles: la tecnología.

    Podría parecer que una gran mayoría de mutaciones significativas en el arte de estos últimos decenios no son el resultado de la evolución de las tendencias del mercado del arte, marcada a corto plazo por las tácticas promocionales puestas en marcha por aquellos que construyen el inventario, sino que van unidas a la irrupción capilar de las tecnoloías de la comunicación y de la información en el conjunto de los campos de la actividad humana.

    Esto no debería asombrarnos, pero nos sugiere una serie de hipótesis deducidas directamente de los indicios del presente.

    Emitamos la hipótesis que la historia del arte no podría contentarse con un recomienzo eterno como el agotamiento de su tema. ¡Cuántas páginas se escriben con tinta simpática para no hacerse visibles hasta un poco más tarde! El arte en el futuro sería antes que nada el del presente que finalmente acabaríamos por entender. No en la idea de una vuelta a la visión romántica del artista maldito magistralmente encarnado por Vincent van Gogh, sino porque las prácticas más actuales no muestran un régimen de reconocimiento que prevalece en el campo artístico ni responden a los signos exteriores catalogados de artisticidad.

    Si esto no es una pipa, ¿entonces qué es?
    La afirmación de Magritte resuena aún en la cabeza de los que se hacen preguntan sobre el arte en términos de representación. Al escribir sobre la Traición de las imágenes que «esto no es una pipa», es desde la negativa que Magritte nos recuerda que frente a una tela lo que vemos es una imagen. No es sino hasta más adelante que recordaremos que frente a la imagen está también la pintura, frente a la pintura está también la ideología, frente a la ideología está también un espectador, frente a un espectador está la historia que se desarrolla y que no controla…

    Esto no es una imagen
    No se ha acabado de medir el impacto del tiempo real _la posibilidad de recibir el signo en el mismo instante en que éste se produce_ sobre el surgimiento de las nuevas formas simbólicas. La imagen ha dejado de ser la realización del gesto artístico para devenir un momento de su aparición. Es un momento de un proceso cuya definición se convierte en la verdadera obra de autor.

    Esto no es una ventana
    La imagen ha dejado de ser un simple agujero en la pared; la ventana que lo desvela todo separando el espacio de observación del espacio de representación, que mantiene el objeto a distancia del delito icónico.

    Se ha llegado a decir que si la pintura abre una ventana al mundo, la realidad virtual abre la puerta.

    Esto no es fuera
    La exterioridad del espectáculo ha dejado de ser un imperativo de la representación. La inmersión, entendida como la capacidad de un sistema de representación que acoge al espectador de un modo que permite un comportamiento equivalente al que tiene en el espacio físico, se convierte en una característica posible del régimen espectacular.

    Esto no es el mundo
    La inquietud aumenta al pensar que las creaciones llamadas inmersivas, que sumergen al espectador en el interior mismo de la representación, podrían neutralizar el distanciamiento, esta facultad inalienable de ejercer su libertad de pensamiento frente a la ilusión espectacular. La creación inmersiva contribuiría a la espectacularización del mundo, a su desrealización.
    La denuncia situacionista de la sociedad del espectáculo se vería confirmada.

    Si la inquietud estuviera fundada, ¿cómo concebir entonces que, inmergidos como estamos en el mundo físico, seamos capaces de pensarlo libremente?

    Esto ya no es un espectador
    El tiempo real permite la interacción, tomar en cuenta la existencia del espectador mediante la obra, la inscripción del espectador en un universo de signos que se invita a leer mediante la visita, que se invita a vivir. La inmersión permite la creación de situaciones simbólicas; es la definición y la activación de sus situaciones lo que hace la obra. El espectador se ha transformado en un visitante que experimenta con el mundo simbólico más que en un «interactor» que controla la representación.

    Esto no es interactivo
    La interactividad es una propiedad intrínseca a nuestra relación con el mundo, es el componente necesario de su inteligibilidad. Este se deja comprender mediante el diálogo que hasta en sus extremos _hacer el amor y hacer la guerra_ constituye el referente final de la interacción. Sin embargo, esta interactividad no es necesariamente declarativa. Más allá de una mera causalidad, el hecho de tener en cuenta a su testigo mediante la obra puede resultar de la observación de su comportamiento, de la interpretación, o de factores externos que no estarían determinados por lo humano. Se dice que estas obras son «adaptivas» e incluso «responsivas» ya que la «respuesta» es ciertamente un momento del diálogo.

    Las obras generativas no son necesariamente interactivas; el arte después de la tecnología no rechaza la imagen, no rechaza el objeto, no rechaza el placer y menos aún su desengaño.

    Esto no es un objeto
    Y sin embargo es más a menudo flujo que objeto. La materia simbólica se ha fluidificado, ha aumentado su plasticidad incluso si cada vez cuesta más que mantenga la forma que se intentaría imponerle. El proceso emprende el paso sobre el trazo, el tracking (el rastreo, la captura) sobre la huella. Pollock, que había comprendido que la obra podía ser el encuentro del gesto y de la superficie, se sorprendería al ver cómo la pintura proyectada prosigue su trayectoria más allá de la tela. Apreciar finalmente no el objeto-tela transmutado por la alquimia pictórica sino el gesto en suspenso que se despliega para siempre por el espacio, o incluso maculando el paisaje a mil leguas a la redonda. Cambiar el mundo, más allá de la imagen.

    Esto no es inmaterial
    La inmaterialidad está lejos de ser la sublimación del pensamiento humano, porque, al contrario, es a veces la proyección del pensamiento sobre la materia lo que da esta intensidad singular, y que se buscará (re)encontrar. La reificación del flujo, del pensamiento en acción, puede convertirse en una forma extrema de su afirmación, como lo ha intentado en el pasado, pero a conciencia, como una elección asumida de detener el tiempo para marcar huella.
    Y se continuará oponiendo las dos caras de la misma pieza: desmaterialización de lo sensible y reificación de lo inteligible.

    Esto no es un lugar
    La creación derivada de la tecnología sólo tiene que demostrarse, es la utopía realizada en su forma más pragmática. Un no-lugar para un proceso a perpetuidad, fuera del marco.

    Esto no es aquí
    La localización de la obra en red multiplica asuntos pendientes, avatares y formas de aparición. El código fuente está en otro lugar, a menudo duplicado, copiado, modificado. La localización se convierte en un reto de escritura en el espacio (locative art) pero no en una obligación relacionada con la naturaleza física del objeto artístico.

    Esto no es allí
    La virtualidad, esta propiedad del mundo físico cuya presencia en lo que nos rodea sólo espera un pretexto de actualización, contamina la representación. El tiempo real permite aplicarlo a las formas simbólicas. La consecuencia de ello es que la obra reside menos en lo que percibimos que en lo que se convertirá. Es en este sentido que la imagen no es más que un testimonio del proceso y no su terminación.

    Esto no es una naturaleza muerta
    La adaptabilidad, la reactividad y la generatividad sugieren producciones que trabajan el futuro como material, más allá de los soportes. La obra se constituye mientras aún está moviéndose. El desarrollo de las biotecnologías proporciona un nuevo espacio de investigación para un número cada vez mayor de artistas que trabajan lo vivo como material cuya escritura se empezaría a dominar. Que el ADN (Kac como acto… Lanier como intención) se convierta en el texto que uno contribuya a escribir, en el límite incierto que separa lo posible de lo deseable.

    Esto no es nuevo
    Si las tecnologías han facilitado la renovación, el afán debería reducir la motivación por lo nuevo. La banalización de lo espectacular a la espera de ser transfigurado.

    Esto no es único
    Después de lo digital, la obra única constituye una verdadera elección.

    Esto no es reproducible
    Pero si hemos podido preguntarnos por la reproducibilidad técnica y su impacto en la naturaleza de la obra (W. Benjamin), es ahora su no-reproducibilidad resultado de su fluidez, de su movimiento y de su carácter inasequible, lo que se cuestiona.

    Esto no es posible
    La virtualidad se interesa por lo posible pero no debería contentarse con ello; la búsqueda de la diversidad se agota a veces en lo aleatorio, variante amnésica de la complejidad. Sin embargo, es a menudo en la definición de lo posible de la obra donde se desliza la libertad de escritura.

    Esto no es extraño
    Cada vez es más habitual compartir el saber, el saber hacer y la posesión de la obra. No es extraño que algunos se inquieten por ello.

    Esto no está a la venta
    Sucede que cuanto más está la obra por todas partes, menos material es, más
    difícil es su posesión con las innumerables consecuencias para su comercialización. Si la rareza forma parte de la definición institucional de la obra, es la obra la que debería desvanecerse con su dilución intersticial entre espacio físico y espacio digital. Pero si supera la prueba, es la definición del arte la que se habrá deslizado.

    Esto no es lo que usted ve
    Lo esencial del proceso es invisible; más allá de lo sensible, la imagen, el sonido, es lo que da sentido, pero no llega a manifestarlo.

    Esto no está cortado del mundo
    Las mismas tecnologías que han permitido la inmersión del visitante permiten también la fusión entre ficción y realidad. Después de la irrupción de la realidad en la ficción (telerealidad, infoespectáculo, docudrama…) es la ficción la que se insinúa en la realidad. Más allá de la deriva espectacular, de la telerealidad, de lo acontecional a ultranza, el espacio físico, a menudo en la ciudad, constituye un soporte/medio que se trabaja en profundidad. Las prácticas mixtas, la realidad aumentada, la geolocalización, la acción urbana se convierten en terrenos de juego artísticos a otra escala.

    Esto no es sólo un juego
    Para desbaratar la espectacularización de la sociedad, la práctica de la fusión debe ser crítica, debe desbordar los límites del espacio urbano hacia el espacio político y social. Dos tendencias se apuntan: una más documental, sobre la que nos podríamos preguntar si se expresa en el terreno adecuado, y otra más militante, que intenta desviar la comprensión mediante la acción a menudo intrusa y a veces violenta.

    Esto no es políticamente correcto
    Agotada por la conminación ética, se podría desarrollar una tendencia que sería por fuerza políticamente incorrecta en nombre de la libertad de expresión y de la exploración de los límites.

    Esto no es tecnológico
    Uno de los mayores impactos de la tecnología en el arte será probablemente su rechazo categórico hacia el medio, y son ya muchos los proyectos de creaciones low tech y desconectadas (unplugged) en los que difícilmente se puede ignorar un rechazo demasiado visible de la tecnología para que ésta constituya su verdadero tema.

    Esto no es delgado
    Tomando como dogma el humor duchampiano, acorralar lo infradelgado continúa siendo la contraseña de los que creen que se opone a lo espectacular mientras que la mayoría de las veces, esgrimido como una etiqueta, se convierte en sinónimo de inconsistente. ¡Esto no lo he hecho yo! La creación participativa, la producción colectiva, el anonimato, las identidades múltiples, el sampling, los ready made, el open source, el copyleft y el creative commons contribuyen a enturbiar la noción de autor único sin por lo demás afectar a la reivindicación, la apropiación y el proceso de validación.

    Esto no está acabado
    *www.the-dump.net: descarga de proyectos que probablemente no llevaré a cabo. Una vez más un futuro del arte que tarda a actualizarse.

    Traducción en español encontrada en
    http://www.oei.es/historico/euroamericano/ponencias_artes_artedespues.php

  3. [...] pour ne pas passer à l’acte et rédiger une première version résumée du projet « dumpé » Art After Technology. Publié en version réduite dans le numéro 7 de juin 2008 de la revue qui ne sera pas distribué [...] version complète de l’article original:

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